En esta sección descubriremos la veta literaria de mujeres y hombres mayores, quienes abren su corazón y sus recuerdos para emocionarnos, reírnos, estremecernos y reflexionar sobre la vida y sus recovecos. En esta ocasión, y dando el punto de partida, les presento a Marisol, mujer viñamarina de 69 otoñales años, madre de 4 hijos, con 6 nietos y un bisnieto. Estudió en la Universidad de Chile en Valparaíso y ejerció como Educadora de Párvulos durante varias décadas. Siempre fue -y es- una lectora asidua con una veta de escritora que salió a la luz pública gracias al Taller de fomento de la lectura y la escritura para adultos mayores de los Centros de Salud Familiar de Viña del Mar en el 2015, con quienes fue parte de la edición del libro «Memorias presentes e imaginarias sobre la ciudad» de Cismo Ediciones. En Enero de 2019 fue premiada por la Radio Valentín Letelier y la Universidad de Valparaíso por sus «Crónicas de Valparaíso». Hoy nos acompaña en el blog de Senior 7 con su cuento inédito titulado «Visita a la embajada».
«Visita a la embajada»
Corrían los años ochenta y la aún hermosa y vivaz viuda se afanaba entre los quehaceres del hogar, nerviosa y expectante con su salida próxima.
Había enviudado hace varios años, sin embargo aunque en varias ocasiones se lo habían solicitado, se negaba a salir con alguno de sus admiradores ya que siempre estaba muy atareada por las múltiples tareas hogareñas que le demandaban sus varios hijos. Agregado a esto, era una asidua visitante de la biblioteca local donde quincenalmente volvía cargada con sus «tesoros» , los últimos libros llegados; amaba leer y mientras más gruesos los libros, mejor. Era así su mundo.
Pero ahora, por fin había cedido a los requerimientos de un joven diplomático de mediana edad varonil, atractivo y culto, el cual la había invitado a un almuerzo en la embajada de Perú. Sus hijos insistían en que saliera y se divirtiera lejos de ollas y escobas.
Temprano este día, estaba ya instalada en la peluquería donde no sólo la peinaron, si no que la maquillaron resaltándole sus bellos rasgos faciales. De prisa volvió a su casa donde se puso un hermoso vestido recién comprado, completó su vestimenta con un juego de finísimo collar y aros de perlas cultivadas.
Como faltaba todavía para el mediodía, hora en la cual la pasarían a buscar, se puso un delantal de cintura y aprovechó el tiempo lavando tazas y platillos del desayuno, nerviosamente limpió lo más que pudo; ya salía de la cocina cuando sonó el timbre; a través de la cortina vio el reluciente auto de la embajada. Agitada corrió al dormitorio, cogió su cartera, se puso el elegante abrigo guardado «sólo para ocasiones especiales» y salió al encuentro de su visita.
Y allí va en el auto nuestra heroína, un poco rígida por la ansiedad, debido a la insistencia de su admirador, ya que sus llamadas se habían repetido varias veces en los últimos días, pero, se dijo a sí misma para tranquilizarse: «voy a hacer una entrada espectacular, mi conversación va a ser brillante y así se dará cuenta que conmigo, siempre le va a costar. ¡Ja!».
Ya han llegado a la embajada, risueñamente entran del brazo y los anfitriones los invitan a tomar asiento en los grandes y finos sillones del salón. Mientras es presentada a los demás comensales, ya más tranquila, se sienta relajadamente recibiendo una copa burbujeante y con la otra mano se abre su cálido abrigo y entonces con horror se da cuenta que amarrado a su cintura aún tiene el viejo, quemado y manchado delantal de cocina.
Fin.